martes, 23 de febrero de 2016

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IMPLANTACIÓN DEL ORDEN COLONIAL
 Las guerras civiles Con la terminación de las guerras de conquista no concluyeron los conflictos. En la misma década de los treinta se dieron enfrentamientos entre los conquistadores. Pizarro, nombrado marqués por el Rey de España, disputó con Almagro el control del Cuzco y de todo el Perú. En 1538 Almagro fue derrotado y ejecutado. Su hijo encabezó una revuelta, asesinó a Francisco Pizarro (1541) y tomó el poder. Las autoridades españolas comisionaron a Vaca de Castro para que pacificara la región. El joven Almagro no quiso someterse a la autoridad del comisionado, que lo venció en Chupas en 1542. Luego fue ejecutado. Los enfrentamientos entre conquistadores devinieron en un conflicto más de fondo entre éstos y la Corona, que intentó cortar la autonomía con que aquellos pretendían manejar las tierras recién conquistadas, siguiendo el ejemplo del feudalismo europeo. En este contexto se emitieron las Leyes nuevas que centralizaban el manejo político y económico de las colonias en manos de la Corona y establecían mecanismos de protección a los indígenas. Uno de los mentalizadores de esas leyes fue fray Bartolomé de las Casas, gran defensor de los indios contra los abusos de los colonizadores. En 1544 se designó como virrey del Perú a Blasco Núñez de Vela para poner en vigencia las Leyes nuevas. Los colonos o encomenderos resistieron el intento de quitarles el poder alcanzado y se agruparon alrededor de Gonzalo Pizarro. Los ejércitos se enfrentaron en 1546 al norte de Quito. El Virrey fue derrotado y ejecutado. La respuesta de la Corona fue intentar una negociación con los colonos recién llegados, que tenían expectativas de nuevos privilegios y estaban enfrentados a los encomenderos. Al mismo tiempo trató de no aplicar las conflictivas leyes, cediendo cierto manejo de los asuntos americanos a los colonos, a cambio de consolidar la autoridad central. Para enfrentar a Pizarro se designó al clérigo Pedro de la Gasca, que anunció que el Rey cedía a las demandas de los colonizadores y logró levantar una fuerza importante. Las ciudades y villas plegaron a su autoridad. En Quito fue asesinado el gobernador Puelles, dejado por Pizarro. Los dos ejércitos se enfrentaron en Jaquijaguana, cerca del Cuzco, a inicios de 1548. Pizarro fue derrotado y ejecutado con sus tenientes. Triunfó de este modo la causa de la Corona, aunque al precio de concesiones al poder local. Colonización inicial Como se ve, al principio de la colonización se dieron dos procesos. Por una parte, el sojuzgamiento e inicio del despojo de los indígenas. Por otra, la resolución en beneficio del poder metropolitano, del conflicto creado por los primeros colonos que intentaron retener buena parte del control local. Al comienzo de la colonización, para manejar las tierras y las gentes recién conquistadas, los españoles necesitaron de los caciques locales, que siguieron como autoridades de sus pueblos. Así se dio el “mandato indirecto”. Pero desde el inicio establecieron mecanismos de control de los indígenas. La institución básica del período fue la encomienda, que consistía en el encargo o “encomienda” –de allí su nombre– que hacía la Corona a un colono español –el encomendero– de un grupo de indígenas, para que los catequizara. Para esta labor, el encomendero pagaba a un eclesiástico –el doctrinero– que tenía a su cargo la “evangelización”. Los indígenas debían pagar un tributo a la Corona y, como pago del beneficio de la cristianización, quedaban obligados a prestar servicios al encomendero o a darle dinero. Así se estableció un mecanismo de extracción de excedentes en forma de trabajo e impuestos, y un instrumento de control ideológico de las masas indígenas, que fueron catequizadas por el clero. Entre la década de 1530 y la de 1590 se extiende un período de asentamiento del poder colonial en el que, por una parte, se establece el sistema hispánico (fundación de ciudades, diócesis, audiencias, etc.), y se consuma, por otra, la dominación de los pueblos aborígenes. Todo esto se da bajo condiciones del “encuentro” de dos sociedades: de un lado, la metropolitana, que estaba inmersa en la transición del orden feudal al capitalista en Europa; de otro, la indígena, que experimentaba una aguda crisis de las formas aborígenes de organización social que precipitaron su derrota. Organización administrativa Luego de la conquista militar se institucionalizó el poder colonial, pasando de este modo paulatinamente al “mandato directo”. Las ciudades hispánicas se fundaron desde el inicio: Quito (1534), Portoviejo y Guayaquil (1535), Popayán y Cali (1536), Pasto (1539), Loja (1548), Zaruma y Zamora (1550), Cuenca (1557), Baeza (1559), Tena (1560), Riobamba (1575). En estas villas o ciudades propiamente dichas se estableció un cabildo representante de los intereses dominantes locales, que cumpliría un papel crucial en el régimen colonial. El cabildo de Quito, asiento también del gobernador nombrado por el Rey, asumió funciones de reparto de tierras y organización de servicios. Desde la década de los cuarenta se buscó organizar la administración religiosa. Vaca de Castro pidió el nombramiento de obispo para Quito. La diócesis fue creada en 1545 con jurisdicción en lo que hoy es territorio del Ecuador, el sur de Colombia y el norte del Perú. Para primer obispo fue nombrado el bachiller García Díaz Arias, que se posesionó en 1550. La administración legal y política adquirió organización definitiva en 1563, cuando se creó la Real Audiencia de Quito, con jurisdicción parecida a la del obispado. Su primer Presidente fue el licenciado Hernando de Santillán, que se posesionó en 1564. Además de las ciudades de fundación española, se conservaron en las tierras de la Audiencia de Quito varios asientos indígenas. No solo en este aspecto se dio continuidad a la sociedad indígena, ya que la prevaleciente “Legislación de Indias” mantuvo una división entre la República de blancos, que agrupaba a los colonos, y la República de indios, que mantenía sus elementos comunitarios constitutivos e inclusive sus autoridades étnicas, como los caciques, asimilados a la burocracia para efectos de gobierno y recaudación de impuestos. Durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo en el Perú (1569-1581) se realizaron fundamentales reformas administrativas y fiscales que consolidaron el poder colonial en todo el Virreinato y en la Audiencia de Quito. Hacia finales del siglo XVI en Quito se dio un conflicto entre el presidente de la Audiencia Manuel Barros, de inclinaciones pro indígenas, y el Cabildo, defensor de los intereses locales blancos. En 1592 y 1593 se produjo la Rebelión de las Alcabalas contra la aplicación de un impuesto que afectaba al comercio local. Al fin triunfó una vez más la Corona, pero se mantuvo una suerte de equilibrio de fuerzas entre ella y los poderes locales. SEGUNDO PERÍODO: AUGE DEL ORDEN COLONIAL Mitas y obrajes Desde fines del siglo XVI se abre un nuevo período de la dominación colonial en la

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