LOS NAVEGANTES DE LABORATORIO
Con el Renacimiento surgieron numerosos impulsores de la navegación, que sin hacerse a la mar apoyaron y facilitaron los elementos que hicieron posibles los grandes descubrimientos.
INSTRUMENTOS. Con ellos se logró un decisivo adelanto en lo navegación en el siglo XV
Hacia el siglo XIV, Europa, que vive los días de la Baja Edad Media, deja de concentrarse únicamente en la religión y comienza a dirigir la vista al mundo. Nuevos valores, desenterrados de la cultura grecolatina, y arrastrados a Occidente por los guerreros que retornan de las Cruzadas, inflaman la sociedad europea de la época, despertando en ella la afición pon escribir, pintar y filosofar. Surgen un Dante, un Giotto, un Rogerio Bacon, y otros maestros que con sus obras anuncian el advenimiento de una nueva etapa en la evolución cultural de Occidente, que se llamará Renacimiento. Pero mientras los espíritus se ensanchan, la tierra permanece estrecha. Frente a todas las costas se levanta fiero el mar, y con él lo desconocido y lo impenetrable, Los viajes de los vikingos a través del océano son ignorados, y si acaso en un momento se conocieron, se ha perdido toda memoria de ellos. Pero el "Libro de las maravillas del mundo", del veneciano Marco Polo, que entre los años 1271 y 1291 recorrió el vasto imperio de la China y las comarcas adyacentes, así como los míticos "Viajes" de Sir John Mandevilla, contribuyen a fomentar una creciente curiosidad sobre los prodigios de Oriente y paulatinamente dan alas a la esperanza de poder llegar a el por rutas marítimas.
"Llegar a la India" pasando primero por Cipango (Japón) y las islas de las especies, será el sueño del siglo venidero, el XV. Un sueño que servirá de palanca impulsora al progreso y desarrollo de la navegación y que comprometerá a príncipes, geógrafos y expedicionarios en una de las empresas más formidables de la historia.
"Llegar a la India" pasando primero por Cipango (Japón) y las islas de las especies, será el sueño del siglo venidero, el XV. Un sueño que servirá de palanca impulsora al progreso y desarrollo de la navegación y que comprometerá a príncipes, geógrafos y expedicionarios en una de las empresas más formidables de la historia.
"El ARTE DE NAVEGAR". Publicado en 1583, muestra cómo se determina la latitud, observando la altura del sol a mediodía.
ADELANTO DE LA TÉCNICA NAVAL
Durante la laja Edad Media se realizaron progresos técnicos, científicos de conocimiento geográfico, sin los cuales no se habrían podido los grandes descubrimientos marítimos de los siglos XV y XVI. Ellos fueron la difusión de la idea de la esfericidad de la Tierra, el conocimiento de los ricos países de Oriente, y el decisivo adelanto de la técnica naval.
Las ideas de la esfericidad de la Tierra y de la existencia de las antípodas por algunos sabios griegos de la Antigüedad fueron nociones corrientes entre los hombres cultos de fines de la Edad Media.
Basándose en ellas, aceptaban la posibilidad de llegar a las antípodas, “navegando hacia el Occidente”, tanto más cuanto que, según Ptolomeo. La longitud de la circunferencia terrestre resultaba ser un tercio más pequeña de lo que es en realidad.
Por razones religiosas y comerciales, los árabes de la Edad Media viajaron por mar y tierra a la India, a China y a las islas de la Sonda. Sus marinos y mercaderes se adueñaron del comercio del Índico, del Golfo Pérsico y del Mar Rojo. Los valiosos productos del Oriente eran llevados a Europa por la ruta marítima que se iniciaba en las costas de China, pasaba por la India y atravesaba el Índico y el Mar Rojo, hasta el golfo
De allí eran conducidos por tierra al puerto de Alejandría, desde donde los europeos, o los propios árabes, los transportaban en sus barcos por el Mediterráneo. Pero los turcos otomanos terminaron por cerrar la ruta del Mar Rojo a los árabes y arrebatarles aquel lucrativo comercio, transformándolo en un monopolio. Esta circunstancia contribuyó decisivamente a despertar el interés de los occidentales por buscar una nueva ruta hacia la India, que les permitiera librarse de la dependencia y el bloqueo de los enemigos de Occidente.
La técnica naval logró, a fines de la Edad Media, dos notables adelantos, sin los cuales no habrían podido realizarse los grandes viajes oceánicos de los Tiempos Modernos: la brújula y el timón. El descubrimiento de la primera, quizá de origen chino, basado en que una aguja magnetizada con un imán apunta siempre al Norte magnético, proporcionó a los navegantes una gran ayuda para orientarse en sus travesías. En el siglo XIII, los marinos europeos sabían ya gobernar sus buques por aquel sistema, y los genoveses, cruzando el estrecho de Gibraltar, se abrieron camino hacia el ancho Atlántico con la brújula. Pero la estima de la posición de un barco en alta mar era ya otra cosa. De allí que algo más tarde se empezara a usar el astrolabio, disco marcado con grados, y provisto de una aguja móvil. Una vez suspendido, la aguja apuntaba al sol al mediodía y a la Estrella Polar por la noche, medio por el cual podía averiguarse la latitud.
El timón irrumpió durante la Edad Media, sin que se supiera exactamente dónde ni cuándo, reemplazando al remo de flanco que hasta entonces había proporcionado el único medio para hacer evolucionar a los navíos. A pesar de la resistencia que encontró en un principio, el timón terminó por imponerse, ya que se reveló como indispensable para los barcos de alta mar.
También entraron en uso, hacia la misma época, otros instrumentos, como el sextante, que, aunque no muy preciso en sus resultados, permitieron a los marinos navegar fuera de la vista de tierra, en forma antes desconocida. Asimismo, hicieron su aparición cartas de mareas más exactas y minuciosas. El interés clásico por la geografía hablase perdido en la Alta Edad Media, y con él la cartografía. Pero en el siglo XIII empezó a revivir, y durante el Renacimiento se incrementóen gran medida, favoreciendo el mayor conocimiento del mundo, característica saliente de la nueva era que advenía.
Durante la laja Edad Media se realizaron progresos técnicos, científicos de conocimiento geográfico, sin los cuales no se habrían podido los grandes descubrimientos marítimos de los siglos XV y XVI. Ellos fueron la difusión de la idea de la esfericidad de la Tierra, el conocimiento de los ricos países de Oriente, y el decisivo adelanto de la técnica naval.
Las ideas de la esfericidad de la Tierra y de la existencia de las antípodas por algunos sabios griegos de la Antigüedad fueron nociones corrientes entre los hombres cultos de fines de la Edad Media.
Basándose en ellas, aceptaban la posibilidad de llegar a las antípodas, “navegando hacia el Occidente”, tanto más cuanto que, según Ptolomeo. La longitud de la circunferencia terrestre resultaba ser un tercio más pequeña de lo que es en realidad.
Por razones religiosas y comerciales, los árabes de la Edad Media viajaron por mar y tierra a la India, a China y a las islas de la Sonda. Sus marinos y mercaderes se adueñaron del comercio del Índico, del Golfo Pérsico y del Mar Rojo. Los valiosos productos del Oriente eran llevados a Europa por la ruta marítima que se iniciaba en las costas de China, pasaba por la India y atravesaba el Índico y el Mar Rojo, hasta el golfo
De allí eran conducidos por tierra al puerto de Alejandría, desde donde los europeos, o los propios árabes, los transportaban en sus barcos por el Mediterráneo. Pero los turcos otomanos terminaron por cerrar la ruta del Mar Rojo a los árabes y arrebatarles aquel lucrativo comercio, transformándolo en un monopolio. Esta circunstancia contribuyó decisivamente a despertar el interés de los occidentales por buscar una nueva ruta hacia la India, que les permitiera librarse de la dependencia y el bloqueo de los enemigos de Occidente.
La técnica naval logró, a fines de la Edad Media, dos notables adelantos, sin los cuales no habrían podido realizarse los grandes viajes oceánicos de los Tiempos Modernos: la brújula y el timón. El descubrimiento de la primera, quizá de origen chino, basado en que una aguja magnetizada con un imán apunta siempre al Norte magnético, proporcionó a los navegantes una gran ayuda para orientarse en sus travesías. En el siglo XIII, los marinos europeos sabían ya gobernar sus buques por aquel sistema, y los genoveses, cruzando el estrecho de Gibraltar, se abrieron camino hacia el ancho Atlántico con la brújula. Pero la estima de la posición de un barco en alta mar era ya otra cosa. De allí que algo más tarde se empezara a usar el astrolabio, disco marcado con grados, y provisto de una aguja móvil. Una vez suspendido, la aguja apuntaba al sol al mediodía y a la Estrella Polar por la noche, medio por el cual podía averiguarse la latitud.
El timón irrumpió durante la Edad Media, sin que se supiera exactamente dónde ni cuándo, reemplazando al remo de flanco que hasta entonces había proporcionado el único medio para hacer evolucionar a los navíos. A pesar de la resistencia que encontró en un principio, el timón terminó por imponerse, ya que se reveló como indispensable para los barcos de alta mar.
También entraron en uso, hacia la misma época, otros instrumentos, como el sextante, que, aunque no muy preciso en sus resultados, permitieron a los marinos navegar fuera de la vista de tierra, en forma antes desconocida. Asimismo, hicieron su aparición cartas de mareas más exactas y minuciosas. El interés clásico por la geografía hablase perdido en la Alta Edad Media, y con él la cartografía. Pero en el siglo XIII empezó a revivir, y durante el Renacimiento se incrementóen gran medida, favoreciendo el mayor conocimiento del mundo, característica saliente de la nueva era que advenía.
ENRIQUE, EL NAVEGANTE
El obstáculo que representaba para el tráfico comercial marítimo hacia la India el dominio del Medio Oriente por los turcos otomanos, el cual culminaría con la toma por éstos de Constantinopla, en 1453, sumió a los occidentales en un mar de interrogaciones. ¿No sería una verdadera cruzada, provechosa y cristiana a la vez, atacar a los infieles otomanos por la espalda? ¿No se podría, acaso, circunnavegar África para llegar a las islas de las especias? Estas inquietudes, que pasaron a ser la gran preocupación del siglo XV, constituyeron en un principio la ilusión de un hombre aislado, el príncipe Enrique de Portugal (1394-1460), a quien la historia recuerda como Enrique el Navegante, a pesar de que él personalmente jamás se embarcó rumbo al Océano. Este príncipe lusitano consagró vida y esfuerzos a una sola meta: "pasar a donde nacen las especerías", las islas índicas; llegar a las Molucas, donde prosperaba la valiosa canela, la pimienta y el jengibre, que los mercaderes italianos y flamencos pagaban todos los días a precio de oro. Esta obsesión del rey Enrique iba a significar un impulso extraordinario para el desarrollo de la navegación. Por otra parte, la situación geográfica de Portugal, rodeado por todos lados por Castilla, contribuía a enfatizar que la única vía libre para los aventureros portugueses era lanzarse al Océano. La ubicación de las costas lusitanas inducía, pues, a las empresas marítimas, atrayendo a los barcos y navegantes de las más diversas nacionalidades. De este modo, el escenario que vio actuar a Enrique no podía ser más apropiado para el desarrollo de sus inquietudes.
El príncipe Enrique se reunió con todos los sabios de su tiempo. Y tras mandar construir una casa en el punto extremo de Portugal, el promontorio de Sagres, cerca del cabo San Vicente, se instaló en ella, dando comienzo a una febril actividad. Allí coleccionó mapas e informes náuticos y ordenó traer a su presencia a los astrónomos y pilotos más destacados de la época. Los sabios de más edad le declararon, evocando el testimonio de Aristóteles, Estrabón y Ptolomeo, que toda navegación allende el ecuador era imposible, pues en las inmediaciones del trópico, el mar se transformaría en un líquido espeso, y las naves se incendiarían bajo el ardor inaguantable del sol a plomo.
Pero entre los especialistas consultados por Enrique el Navegante hubo otros hombres de ciencia, judíos y árabes, que lerevelaron testimonios distintos y más alentadores, como el del gran geógrafo Edrisí, quien habría comprobado, hacia el siglo XII, que al Sur se extendía un país fértil, Blad Ghana (Guinea), de donde los moros conseguían esclavos negros en caravanas que atravesaban el desierto. Afirmaron, además, estos sabios, haber visto mapas árabes en que estaba marcada la ruta alrededor del África. A su juicio, podía hacerse la tentativa de navegar a lo largo de la costa africana, utilizándose los nuevos instrumentos para determinar las latitudes, y construyéndose barcos mayores y mejor dotados para hacerse a la mar.
Alentado por aquellas optimistas apreciaciones; Enrique el Navegante no tardó en enviar desde Sagres diversas expediciones navales, con la misión de bordear la costa-occidental de África y avanzar metódicamente hacia el sur, en demanda de la India. Así, las islas del nordeste de África, Madera, las Canarias, las Azores y Cabo Verde, fueron descubiertas y ocupadas.
El obstáculo que representaba para el tráfico comercial marítimo hacia la India el dominio del Medio Oriente por los turcos otomanos, el cual culminaría con la toma por éstos de Constantinopla, en 1453, sumió a los occidentales en un mar de interrogaciones. ¿No sería una verdadera cruzada, provechosa y cristiana a la vez, atacar a los infieles otomanos por la espalda? ¿No se podría, acaso, circunnavegar África para llegar a las islas de las especias? Estas inquietudes, que pasaron a ser la gran preocupación del siglo XV, constituyeron en un principio la ilusión de un hombre aislado, el príncipe Enrique de Portugal (1394-1460), a quien la historia recuerda como Enrique el Navegante, a pesar de que él personalmente jamás se embarcó rumbo al Océano. Este príncipe lusitano consagró vida y esfuerzos a una sola meta: "pasar a donde nacen las especerías", las islas índicas; llegar a las Molucas, donde prosperaba la valiosa canela, la pimienta y el jengibre, que los mercaderes italianos y flamencos pagaban todos los días a precio de oro. Esta obsesión del rey Enrique iba a significar un impulso extraordinario para el desarrollo de la navegación. Por otra parte, la situación geográfica de Portugal, rodeado por todos lados por Castilla, contribuía a enfatizar que la única vía libre para los aventureros portugueses era lanzarse al Océano. La ubicación de las costas lusitanas inducía, pues, a las empresas marítimas, atrayendo a los barcos y navegantes de las más diversas nacionalidades. De este modo, el escenario que vio actuar a Enrique no podía ser más apropiado para el desarrollo de sus inquietudes.
El príncipe Enrique se reunió con todos los sabios de su tiempo. Y tras mandar construir una casa en el punto extremo de Portugal, el promontorio de Sagres, cerca del cabo San Vicente, se instaló en ella, dando comienzo a una febril actividad. Allí coleccionó mapas e informes náuticos y ordenó traer a su presencia a los astrónomos y pilotos más destacados de la época. Los sabios de más edad le declararon, evocando el testimonio de Aristóteles, Estrabón y Ptolomeo, que toda navegación allende el ecuador era imposible, pues en las inmediaciones del trópico, el mar se transformaría en un líquido espeso, y las naves se incendiarían bajo el ardor inaguantable del sol a plomo.
Pero entre los especialistas consultados por Enrique el Navegante hubo otros hombres de ciencia, judíos y árabes, que lerevelaron testimonios distintos y más alentadores, como el del gran geógrafo Edrisí, quien habría comprobado, hacia el siglo XII, que al Sur se extendía un país fértil, Blad Ghana (Guinea), de donde los moros conseguían esclavos negros en caravanas que atravesaban el desierto. Afirmaron, además, estos sabios, haber visto mapas árabes en que estaba marcada la ruta alrededor del África. A su juicio, podía hacerse la tentativa de navegar a lo largo de la costa africana, utilizándose los nuevos instrumentos para determinar las latitudes, y construyéndose barcos mayores y mejor dotados para hacerse a la mar.
Alentado por aquellas optimistas apreciaciones; Enrique el Navegante no tardó en enviar desde Sagres diversas expediciones navales, con la misión de bordear la costa-occidental de África y avanzar metódicamente hacia el sur, en demanda de la India. Así, las islas del nordeste de África, Madera, las Canarias, las Azores y Cabo Verde, fueron descubiertas y ocupadas.
BUQUES PORTUGUESES. Durante la primera mitad del siglo XVI yo recorrían los mares las carabelas de Portugal, uno de los países más adelantados en materia de navegación. Existía una gran rivalidad con su vecino: España
Y gracias a la tenacidad del príncipe portugués comenzó la época de los viajes por las costas de África, más largos cada vez. En 1460, a la muerte de Enrique, los portugueses habían alcanzado casi al Golfo de Guinea, comerciando en oro e iniciando el tráfico de esclavos.
RIVALIDAD CASTELLANO-PORTUGUESA
La desaparición de Enrique el Navegante no paralizó la expansión marítima portuguesa, pues la exploración de África, que había empezado prácticamente como una afición particular del príncipe, se convirtió en un asunto de interés nacional. En 1486, durante el reinado de Juan II, Bartolomé Díaz descubrió la extremidad meridional del continente africano, dando la vuelta al cabo que llamó de las Tormentas, y que fue rebautizado por el soberano con el nombre de Buena Esperanza. El descubrimiento del cabo permitió a su vez la prosecución de los viajes, siguiendo ahora la costa oriental de África, hasta llegar a la India, hazaña que fue realizada por primera vez por Vasco da Gama, en 1498.
Pero a todo esto había sucedido algo increíble. Un tal Cristóbal Colón, amparado por los Reyes Católicos, había salido en 1492 al océano abierto rumbo al Oeste, en vez de seguir la ruta al Este, pasando por África y, milagro sin igual, "había llegado a la India", de acuerdo a lo que se creyó inicialmente.
La desaparición de Enrique el Navegante no paralizó la expansión marítima portuguesa, pues la exploración de África, que había empezado prácticamente como una afición particular del príncipe, se convirtió en un asunto de interés nacional. En 1486, durante el reinado de Juan II, Bartolomé Díaz descubrió la extremidad meridional del continente africano, dando la vuelta al cabo que llamó de las Tormentas, y que fue rebautizado por el soberano con el nombre de Buena Esperanza. El descubrimiento del cabo permitió a su vez la prosecución de los viajes, siguiendo ahora la costa oriental de África, hasta llegar a la India, hazaña que fue realizada por primera vez por Vasco da Gama, en 1498.
Pero a todo esto había sucedido algo increíble. Un tal Cristóbal Colón, amparado por los Reyes Católicos, había salido en 1492 al océano abierto rumbo al Oeste, en vez de seguir la ruta al Este, pasando por África y, milagro sin igual, "había llegado a la India", de acuerdo a lo que se creyó inicialmente.
ENRIQUE, EL NAVEGANTE. Soñó con pasar a donde nacen las especerías.
Más tarde, cuando hacia 1500 se empezó a pensar que las tierras descubiertas debían corresponder a un "Nuevo Mundo", el mismo Colón y otros navegantes encaminarían todos sus esfuerzos por encontrar en aquél el ansiado paso hacia la verdadera India, constituyéndose esta circunstancia en un nuevo impulso para el auge de la navegación.
no me sirve
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