jueves, 21 de abril de 2016
MARISCAL ANTONIO JOSE DE SUCRE
Antonio José de Sucre
(Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá; Cumaná, actual Venezuela, 1795 - Sierra de Berruecos, Colombia, 1830) Militar y político venezolano, prócer de la independencia hispanoamericana. Tempranamente adherido a la causa emancipadora, la figura de Sucre empezó a cobrar protagonismo cuando, a partir de 1819, se convirtió en uno de los principales lugartenientes de Simón Bolívar, entre los que sobresalió por su pericia estratégica y su inquebrantable lealtad.
Biografía
Pese a pertenecer a una familia patricia venezolana de larga tradición militar al servicio de la Corona española, su padre, el teniente coronel Vicente Sucre y Urbaneja, apoyó la causa emancipadora desde sus inicios. Al igual que el de otras antiguas colonias, el proceso que conduciría a la independencia de Venezuela sufrió numerosos vaivenes: desde 1810 y a lo largo de casi toda la década, patriotas y realistas alternaron victorias y fracasos en sus enfrentamientos, en los que, siguiendo los pasos de su padre, participó activamente el joven Antonio José de Sucre.
Después de haber realizado sus primeros estudios en la escuela fundada por su tía, María de Alcalá, en la ciudad natal de Cumaná, se trasladó a Caracas, donde ingresó en la Escuela de Ingenieros del coronel español Tomás Mires. Como joven perteneciente al sistema militar de la monarquía española, se formó en los valores de orden, disciplina y autoridad, al ritmo de sus estudios de matemáticas, agrimensura, fortificación y artillería. Estos conocimientos y principios serían vitales para el desempeño de Sucre en una carrera que estaba a punto de comenzar.
A los quince años se alistó en el ejército patriota como alférez de ingenieros y participó en la campaña de Francisco de Miranda (1812) contra los realistas, durante la cual ascendió a teniente. Tras el fracaso de este primer intento emancipador, se refugió en la isla de Trinidad, donde entabló contacto con Santiago Mariño, a quien siguió en 1813 en la expedición de reconquista de Venezuela, en la que tomó Cumaná e intervino en la organización del ejército de Oriente.
La participación de Sucre en la empresa de reconquista de los territorios orientales, adelantada por los generales Mariño, Piar, Bermúdez y Valdés, y su posterior servicio al Estado Mayor General de Oriente, significaron para el joven oficial no sólo el desarrollo de sus habilidades y destrezas militares, sino también una toma de postura política frente a las diferencias que existían entre los generales orientales y Bolívar. La guerra se extendía y Venezuela debía decidir en relación con la unidad de sus ejércitos; el temible general realista Pablo Morillo avanzaba por los territorios, y las contradicciones entre los generales venezolanos no permitían dar con una estrategia unitaria.
La campaña de Perú
En una gran gesta que incluyó la travesía de los Andes con sus tropas, José de San Martín había liberado Chile en 1817. Desde allí transportó por mar un ejército de 4.500 hombres a Perú en 1820; en 1821 proclamó solemnemente la independencia de Perú, pese a que las fuerzas realistas controlaban buena parte del territorio. Cuando en julio de 1822 tuvo lugar la célebre entrevista entre Simón Bolívar y José de San Martín, la posición de este último se hallaba sensiblemente debilitada por las disensiones internas y el hostigamiento de los realistas; desalentado y en desacuerdo con el ideario político de Bolívar, San Martín optó por retirarse y dejar en manos de Bolívar el destino de Perú.
Al igual que San Martín, Bolívar comprendía que Perú, en tanto que centro neurálgico del poder español, era el principal obstáculo para la emancipación del continente; era preciso neutralizar este territorio para salvaguardar la independencia de la Gran Colombia. En 1823 envió a Sucre a Lima para iniciar los preparativos de la campaña de Perú. En febrero de 1824 Bolívar tomó bajo su mando todos los poderes en el país y se hizo cargo de las operaciones militares.
Antonio José de Sucre acompañó a Bolívar en la victoriosa batalla de Junín (6 de agosto de 1824) y, al frente del ejército patriota en ausencia de Bolívar, venció al virrey José de La Serna en Ayacucho (9 de diciembre de 1824), batalla en la que brillaron singularmente la extraordinarias dotes de estratega de Sucre. Considerada la más importante de la guerra de emancipación de Sudamérica, la batalla de Ayacucho significó la definitiva liberación de Perú y el fin del dominio español en el continente. El Parlamento peruano nombró a Sucre general en jefe de los ejércitos y, con toda justicia, le otorgó el título de Gran Mariscal de Ayacucho como reconocimiento a su labor.
El fin de la Gran Colombia
En Quito, la noticia del atentado contra Bolívar en Colombia, en septiembre de 1828, irrumpió en la naciente vida conyugal de Sucre, que había contraído matrimonio con Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, y le condujo a desdecirse de su decisión de retirarse a la vida privada. La fallida Conspiración Septembrina preludiaba el fin de la Gran Colombia; Sucre lo sabía pero se animó a luchar hasta el final. Por eso, al pronunciarse en torno a aquella tentativa de magnicidio, apoyó a Bolívar en su decisión de haberse declarado dictador de Colombia: el orden debía prevalecer ante todo.
Casi simultáneamente, Perú declaró la guerra a Colombia y Sucre fue designado para dirigir el batallón que haría frente a la situación. Esta vez tendría que luchar en contra de sus antiguos aliados de la guerra emancipadora. Sin mayores dificultades, sin embargo, venció a los peruanos en la batalla de Tarquí (27 de febrero de 1829), que llevó a la firma del tratado de Piura. Decidió entonces volver a su retiro y regresó al lado de su esposa; juntos se instalaron en la hacienda de Chishince, en Quito.
A principios de 1830, inmersa ya en un proceso de desintegración, la Gran Colombia convocó en Bogotá el que sería su último congreso. Requerida su presencia, Sucre acudió como representante de la provincia de Cumaná y fue nombrado presidente del evento. Las propuestas de Sucre se orientaron al diálogo y la concertación con los departamentos que todavía conformaban la República. Como parte de la estrategia, Sucre encabezaba la comisión que iría a Venezuela (que para la fecha había entregado el poder a José Antonio Páez y desconocía la autoridad de Bolívar) para negociar la reversión de esa decisión.
Sucre viajó a Venezuela, pero fue detenido en Cúcuta por las autoridades; debía permanecer en esa ciudad hasta que llegaran los emisarios del gobierno con quienes debía dialogar. Sucre les propuso, además de acogerse a la Constitución colombiana, que ningún general o ex general del Ejército Libertador pudiera ejercer cargos de presidente en los departamentos; en el trasfondo, su intención era contradecir el rumor de que él o Bolívar estuvieran aspirando al cargo.
La negociación fracasó, y Sucre, después de regresar a Bogotá e informar al congreso del resultado de sus gestiones, abandonó Colombia invadido por una profunda frustración. Ya tan sólo animado por el reencuentro con su esposa y con su primogénita, emprendió el regreso a Quito. Y en el camino de vuelta, en la sierra de Berruecos (al suroeste de la actual Colombia), fue asesinado en una emboscada, al parecer ordenada por José María Obando, jefe militar de la provincia de Pasto. Como autores materiales fueron señalados José Erazo y Apolinar Morillo, quien diez años más tarde fue apresado y fusilado por esta causa.
martes, 19 de abril de 2016
LOS PRECURSORES: EL PADRE JUAN DE VELASCO
EL PADRE JUAN DE VELASCO
Juan de Velasco o Juan de Velasco y Pérez Petroche, sacerdote jesuita nacido en Riobamba el 6 de enero de 1727. Falleció en Faenza, Italia, el 29 de junio de 1792. Hijo de Juan de Velasco y López de Moncayo, riobambeño, y de María Pérez Petroche.
Realizó sus estudios primarios en el colegio de los jesuitas de Riobamba. En 1743, ingresó al Seminario de San Luis de Quito, al año siguiente pasó al noviciado de la Compañía de Jesús de Latacunga, donde hizo sus votos religiosos el 23 de julio de 1746. Después del terremoto de 1747 que afectó gravemente a esa ciudad, se dirigió a Quito para estudiar filosofía en el Colegio Máximo y finalmente teología en la Universidad de San Gregorio donde obtuvo su doctorado, para luego ser ordenado sacerdote en 1753.
Inició su labor sacerdotal y docente en Cuenca, de allí pasó a Ibarra y luego a Popayán, que entonces también pertenecía a la Real Audiencia de Quito. Mientras cumplía con sus deberes religiosos dedicó grandes esfuerzos a la investigación y recolección de informaciones, datos, personajes, idiomas, leyendas, costumbres y tradiciones sobre el Reino de Quito. Entre las universidades donde impartió cátedra destaca la Universidad de San Marcos durante el Virreinato del Perú.
Biografía
Federico González Suárez, en su Historia general de la República del Ecuador, tomo séptimo, nos comenta de Velasco:
- Volvamos ahora nuestra atención a los que pudiéramos llamar historiadores generales del tiempo de la colonia. Sólo un nombre, el del padre Juan de Velasco, merece los honores del recuerdo; y solamente una obra, la Historia del Reino de Quito, es acreedora al homenaje del análisis crítico. En la Antología de prosadores ecuatorianos, tal vez, como una curiosidad bibliográfica, o, acaso, por un exceso de indulgencia, se le ha dado cabida y se ha citado con elogio a Rodrigo de Ocampo; pero Rodrigo de Ocampo, no fue historiador, ni su Descripción del Reino de Quito tiene mérito literario alguno
- El padre Juan de Velasco fue natural de la antigua ciudad de Riobamba, descendiente de una de las más nobles e importantes familias de aquel lugar y religioso de la Compañía de Jesús, cuyo instituto abrazó después de haber recibido el presbiterado como clérigo secular. Velasco enseñó un curso de Filosofía en Quito, y se hallaba ocupado en el colegio de Popayán cuando aconteció la expulsión de los jesuitas; deportado a Italia con sus demás colegas de religión, estableció su residencia en Faenza, y allí, en avanzada edad, acabó los días de su vida, entregado al estudio y a la composición de su obra predilecta sobre la historia de Quito.
El destierro
En medio de esas dificultades y con gran muestra de talento y fuerza de voluntad empredió su mayor obra titulada: "Historia del Reino de Quito en la América y crónica de la provincia de la Compañía de Jesús del mismo Reino". Veinte años de paciente labor de investigación, sistematización y consulta de sus innumerables notas, ocupó la estructuración y redacción de su monumental trabajo, cuyos dos primeros tomos los remitió, para su autorización y publicación a don Antonio Porlier del Consejo del rey de España, el 15 de marzo de 1789, y el tercero el 1º de agosto del mismo año.
Velasco, Maldonado y Espejo
Como destaca Juan Valdano, el padre Juan de Velasco, junto a Pedro Vicente Maldonado (1704-1748) y a Eugenio de Santa Cruz y Espejo (1747-1795), constituyen esa tríada de vigorosas individualidades del siglo XVIII, que con sabiduría y entereza proyectaron en el horizonte universal el nítido perfil del actual país de Ecuador. Los tres fueron los visionarios que estudiaron y comprendieron las raíces profundas de nuestra identidad.
- Velasco: la Historia;
- Maldonado: la Geografía;
- Espejo, el Espíritu Libertario.
El padre Juan de Velasco fue categórico al expresar la razón por la que escribió la Historia del Reino de Quito. Conforme sus propias palabras, lo hizo no tanto para complacer a otros, cuanto por hacer ese corto obsequio a la nación, y a la Patria, ultrajada por algunas plumas rivales que pretenden obscurecer sus glorias.
El genio de Velasco
Debemos recordar que en el siglo XVIII, Quito (hoy en día, Ecuador) formaba parte del enorme dominio español bajo la figura administrativa, territorial y política de Real Audiencia, pero que por encima de esa formalidad, su alma nacional brillaba con absoluta autenticidad y diferenciándose nítidamente de sus vecinos. En medio de aquella coyuntura histórica y a pesar de la distancia que le separaba de su tierra natal, el genio del padre Velasco fue capaz de reconocer nuestra identidad y profundizar su estudio a través de las evidencias y los vestigios, para reconstruir los puntos fundamentales de nuestro trayecto histórico.
Es fundamental reconocer que esa aguda inteligencia del padre Juan de Velasco, se adelantó en dos siglos, a quienes ahora reconocen el trascendente valor de los mitos, para reconocer a través de ellos un aspecto básico de la conciencia colectiva de los pueblos, así como, el contendido de las grandes lecciones de sabiduría consignadas por los ancestros a las nuevas generaciones mediante el simbolismo.
La obra del padre Juan de Velasco no se limita a la crónica de los hechos inmediatos, ni las informaciones secuenciales sobre los acontecimientos. Atraviesa lo superficial y se adentra en la esencia vital a la que la reconoce como una identidad histórica que se desarrolla a través del tiempo en su propio espacio geográfico.
A partir de 1788, soportó lamentablemente el avance de la arterio esclerosis que, junto a la sordera común entre algunos miembros de su familia, le aisló del mundo y minó su vida.
Obras destacadas
Entre numerosas obras se cuentan:
- Historia moderna del Reino de Quito y crónica de la provincia de la Compañía, 1789.
- Relación histórica y apologética dedicada a Nuestra Señora de la Luz.
- Tratado de Física.
- Colección de poesías, hechas por un ocioso en la ciudad de Faenza.
- Carta geográfica del Reino de Quito.
- Vocabulario de la lengua peruana-quitense, llamada lengua del inga.
- Tres cartas al padre Lorenzo Hervás y Panduro sobre lenguas de los indios.
- Numerosos sonetos, décimas y octavas.
jueves, 14 de abril de 2016
La independencia de guayaquil
La independencia de la ciudad de Guayaquil fue un proceso independentista que tuvo lugar el 9 de octubre de 1820, con el propósito de romper los lazos coloniales que existían entre el territorio de la Provincia de Guayaquil y el Imperio español, y que dio paso al surgimiento de la Provincia Libre de Guayaquil. La independencia de Guayaquil marcó el comienzo de la guerra de independencia de la Real Audiencia de Quito como parte de las guerras emancipadoras de Hispanoamérica. Entre los factores más influyentes para su desencadenamiento se puede determinar la voluntad de los criollos, los cuales ya poseían un alto estatus social y económico, de obtener el poder político.
Cuando Sucre llegó a Guayaquil, ecuatorianos de las regiones Interandina y Litoral, granadinos de Venezuela, Colombia y españoles adeptos a la causa conformaron el ejército libertador.
En la historiografía tradicional ecuatoriana se ha querido ver como precedentes de la independencia de la ciudad a varias sublevaciones populares como la "Crisis de las Alcabalas" en 1592 o la "Rebelión de los Estancos" en 1765, si bien realmente tienen muy poco que ver con reclamaciones independentistas de España. El primer levantamiento pidiendo un gobierno criollo en la Real Audiencia de Quito fue el 10 de agosto de 1809, impulsada entre ciertos sectores ilustrados de la población quiteña por las ideas del prócer Eugenio Espejo. Tradicionalmente se conoce a este acontecimiento como el "Primer Grito de Independencia", sin embargo, los dirigentes de la causa jamás hablaron claramente de independencia sino de más autonomía política con respecto a la metrópoli y a la capital del virreinato. De hecho juraron fidelidad al rey Fernando VII, oponiéndose así a la invasión que por aquel tiempo estaba sufriendo España por parte las tropas francesas de Napoleóny a la proclamación de José Bonaparte como nuevo rey. Las tropas enviadas por el virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sousa, del que dependía por entonces la Real Audiencia de Quito, acabaron con la resistencia popular el 8 de noviembre de 1810.
Otras de las causas que influyeron notablemente en la independencia de Guayaquil fueron las campañas emancipadoras de la región norte de Sudamérica, lideradas por Simón Bolívar. Estos sucesos debilitaron las fuerzas españolas de la Audiencia de Quito.
Entre los personajes destacados de la revolución independentista se encuentran el Dr. José Joaquín de Olmedo, el prócerJosé de Antepara y el general José de Villamil entre otros.
martes, 12 de abril de 2016
el 10 de Agosto de 1809
10 DE AGOSTO DE 1809 Primer grito de Independencia Ecuador
Durante la noche del 9 de agosto de 1809, un núcleo de intelectuales, doctores, marqueses y criollos complotados residentes en la ciudad de Quito se reunieron en la casa de Manuela Cañizares. Allí decidieron organizar una Junta Soberana de Gobierno, en la que actuaría como Presidente Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, como Vicepresidente el Obispo José Cuero y Caicedo y como Secretarios de Estado, en los Despachos del Interior, de Gracia y Justicia y de Hacienda, los notables Juan de Dios Morales, Manuel Quiroga y Juan Larrea, respectivamente.
En la mañana siguiente, el día 10 de agosto, Antonio Ante se encargó de presentar, ante el Presidente de la Real Audiencia, Manuel Urriez, Conde Ruiz de Castilla, el oficio mediante al cual se le daba a conocer que había cesado en sus funciones y que el gobierno lo asumía la Junta Soberana de Quito. Al mismo tiempo,
Juan de Salinas se encargó de la guarnición, que, de inmediato, se pronunció a favor de la Junta. Los criollos de Quito, actuando como “diputados del pueblo”, suscribieron el Acta, por la cual desconocieron a las autoridades audienciales, reconocieron a la Junta Suprema como gobierno interino “a nombre y como representante de nuestro soberano, el señor don Fernando Séptimo y mientras Su Majestad recupere la península o viniere a imperar en América”; le encargaron sostener “la pureza de la religión, los derechos del Rey, los de la Patria y hará guerra mortal a todos sus enemigos, principalmente franceses”; y dispusieron la formación de la falange militar propia. El Cabildo abierto del 16 de agosto, en el que estuvieron los representantes de los diversos barrios, ratificó solemnemente todo lo actuado.
El golpe de Estado ejecutado el 10 de agosto de 1809 no dejó dudas sobre el carácter autonomista y libertario del movimiento patriota, que no pudo ocultarse con la proclama de fidelidad al Rey. Sin embargo, en la misma época, no quedaban dudas que el movimiento de aquellos criollos patriotas se inspiraba en el pensamiento ilustrado inculcado por Eugenio Espejo y que, sobre todo, al asumir como suyo el principio de soberanía popular y de representación del pueblo, ejecutaba un acto revolucionario que, en última instancia, movilizaba un proyecto autonomista.
Así lo entendieron las autoridades de las otras regiones de la Audiencia de Quito y de los Virreinatos de Lima y de Bogotá. Por ello, aunque los patriotas quiteños llamaron a la unión de “los Cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación” y especialmente a Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, la Junta de Quito resultó aislada e incluso provocó la reacción de las otras regiones, desde las que se prepararon milicias para someterla.
El Virrey de Lima, Fernando de Abascal y Souza, envió tropas al mando del Coronel Manuel Arredondo. Ante el peligro inminente, el 28 de octubre la Junta resignó el poder ante el “españófilo” Juan José Guerrero, Conde de Selva Florida, quien a los pocos días lo devolvió al Conde Ruiz de Castilla.
Aunque el Presidente restaurado prometió olvidar los sucesos, cuando entraron a la ciudad las fuerzas realistas, se inició la persecución contra los revolucionarios quiteños, contando con la actuación del oidor Felipe Fuertes Amar y del fiscal Tomás Arechaga.
El 2 de agosto de 1810 un fallido intento por liberar de la prisión a los próceres detenidos concluyó con la matanza de los próceres detenidos en los calabozos del Cuartel “Real de Lima” en Quito, fusilando en el acto o atravesando con bayonetas y cuchillos a Morales, Quiroga, Salinas, Larrea, Arenas. Riofrío. Ascásubi, Guerrero, Villalobos y tantos otros. La brutalidad de las tropas llegadas con el coronel Arredondo se extendió inmediatamente sobre los barrios de la ciudad, que apenas pudieron resistirlas. El obispo y los sacerdotes tuvieron que recorrer las calles para implorar que terminen los enfrentamientos. Dos días después, en la Asamblea de vecinos convocada por las autoridades fueron denunciadas las atrocidades y se acordó la salida de las tropas, la formación de una Junta y el recibimiento del Comisionado Regio.
Carlos Montúfar, hijo del Marqués de Selva Alegre, llegó en calidad de Comisionado nombrado directamente por el Consejo de Regencia de España, para apaciguar en algo el clima de represión con que fue sometida Quito. Organizó una segunda Junta Superior de Gobierno, presidida temporalmente por Ruiz de Castilla, pero integrada por criollos patriotas. El 1º. de enero de 1812 se instaló un Congreso Constituyente que, además, dictó la primera Constitución Quitense.
El virrey del Perú desconoció la Junta de Quito. Además, segregó Cuenca y Guayaquil y nombró a Joaquín Molina como Presidente. Carlos Montúfar, definido por la revolución, armó la defensa del gobierno popular de Quito, alistando tropas, que fueron enviadas hasta el norte y el sur, logrando triunfos en Pasto y cerca de Cuenca. El general español Toribio Montes organizó las fuerzas realistas desde el litoral, con soldados del Perú, Panamá y Guayaquil. Paulatinamente fue venciendo en su ascenso por los Andes. Entró a Quito el 8 de noviembre de 1812 y organizó la persecución de los últimos resistentes. Montúfar y los principales lograron escapar. Otros fueron procesados, condenados y hasta desterrados. Así terminó la Revolución de Quito.
El significado histórico
Aunque la Revolución de Quito no logró mantenerse, había dado inicio a la conciencia autonomista y se convirtió en fuente de las luchas independistas posteriores que, en una segunda y definitiva fase, arrancaron con las Revoluciones de Guayaquil y Cuenca en 1820.
Si bien antecedieron a la Revolución de Quito tanto la independencia de los Estados Unidos en 1776, así como la de Haití en 1804 e incluso los movimientos de Chuquisaca y La Paz (Bolivia) en 1809, los sucesos de Quito adquirieron significación continental no solo por la instauración de una Junta de criollos, sino porque los próceres que participaron en la revolución fueron asesinados el 2 de agosto de 1810 y porque en Quito se expidió en 1812 la primera Constitución.
Simón Bolívar se refirió a los sucesos de Quito como los gestores de la emancipación y su proclama de “guerra a muerte” contra los españoles la lanzó como reacción a la escandalosa matanza de los patriotas quiteños. En Chile también se reconoció la gesta del 10 de agosto, declarando a Quito “Luz de América”.
Después de la Revolución de Quito se sucedieron en 1810 nuevos movimientos autonomistas en México y las Juntas de Caracas, Bogotá, Santiago de Chile y Buenos Aires. El proceso de la independencia de América Latina había comenzado.
La Revolución de Quito no fue, por consiguiente, un movimiento meramente local, sino que tuvo en la mira la liberación de un país que estaba gestándose. Generó la conciencia de identidad propia. Y estuvo conectada con un movimiento más general: el de toda Hispanoamérica, que estallaba en rebeliones y protestas contra las autoridades españolas.
Aunque la dirección política revolucionaria estuvo en manos de una elite criolla, ella cumplió con un interés histórico mayor: dar inicio al proceso de la lucha anticolonial, en la que inevitablemente tendrían que involucrarse, más tarde o más temprano, todas las regiones dominadas por una metrópoli que actuó como un poder de dominación nacional.
En Quito los ideales abiertamente independistas de algunos de los patriotas se conjugaron con posiciones autonomistas o menos radicales de otros revolucionarios. Pero no hay duda que, en conjunto, la Revolución daba continuidad a las rebeliones que habían estallado durante todo el siglo XVIII, a las ideas del precursor Eugenio Espejo y al espíritu de identidad forjado por múltiples vías culturales y sociales.
Comprendida con una visión histórica de amplia perspectiva, la Revolución de Quito del 10 de Agosto de 1809 dio inicio al proceso de la independencia de la actual República del Ecuador, que solo después de trece años de insurgencia culminaría exitosamente en la Batalla del Pichincha del 24 de mayo de 1822.
jueves, 7 de abril de 2016
La Revolución en Europa .
Revolución o revoluciones de 1848 (la Primavera de los Pueblos o el Año de las Revoluciones) es la denominación historiográfica de la oleada revolucionaria que acabó con la Europa de la Restauración (el predominio del absolutismo en el continente europeo desde el Congreso de Viena de 1814-1815).
Fue la tercera oleada del más amplio ciclo revolucionario de la primera mitad del siglo XIX, que se había iniciado con las denominadas «revolución de 1820» y «revolución de 1830». Además de su condición de revoluciones liberales, las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero.
Iniciadas en Francia se difundieron en rápida expansión por prácticamente toda Europa central (Alemania, Austria, Hungría) y por Italia en el primer semestre del año 1848. Fue determinante para ello el nivel de desarrollo que habían adquirido lascomunicaciones (telégrafo, ferrocarril) en el contexto de la Revolución Industrial.
Aunque su éxito inicial fue poco duradero, y todas ellas fueron reprimidas o reconducidas a situaciones políticas de tipoconservador (la espontaneidad de los movimientos y su mala organización lo facilitó), su trascendencia histórica fue decisiva. Quedó clara la imposibilidad de mantener sin cambios el Antiguo Régimen, como hasta entonces habían intentado las fuerzascontrarrevolucionarias de la Restauración.
En Francia, los conflictos sociales se presentaron como una lucha de clases triangular, con dos burguesías y la masa popular. La alta burguesía, identificada con el Antiguo Régimen, era predominante en el poder y se negaba a compartirlo con la pequeña burguesía, mientras que la clase obrera comenzaba a ser consciente de su miseria y de su fuerza para reivindicar sus intereses.2 Sin embargo, no fue sólo el conflicto social lo que desencadenó la revolución de 1848, sino que la cultura política francesa también supuso un importante factor de inestabilidad.3 La Revolución francesa dejó como legado la idea de que la política podía transformar la existencia, y que el Estado no debía limitarse a defender y administrar la sociedad, sino que debía configurarla y conducirla, aunque no había acuerdo sobre la forma en que debía adoptar o los objetivos que debía perseguir. No había una unificación de ideologías, y todas las crisis políticas se convertían en crisis constitucionales. En este caso, la denominada revolución de febrero supuso la caída de la monarquía de julio de Luis Felipe I de Francia (el rey de las barricadas que debía su trono a las tres gloriosas jornadas revolucionarias de 1830). El 25 de febrero se proclamó la Segunda República Francesa, inicialmente muy social,4 pero tras las jornadas de junio se impuso un régimen moderado, el de Luis Napoleón Bonaparte, primero como presidente (10 de diciembre de 1848) y luego del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 como emperador de los franceses, en el Segundo Imperio francés (1852-1870).
martes, 5 de abril de 2016
la independencias de los paises americanos
Independencia americana y expresiones similares, coincidentes en todo o en parte (independencia de América, de Latinoamérica, de Hispanoamérica, de la América española, etc.), pueden referirse a:
- La emancipación o descolonización de América
El dominio español en las Américas no puede ser muy duradero debido a la "dificultad de socorrerlas desde Europa cuando la necesidad lo exige; el gobierno temporal de virreyes y gobernadores que la mayor parte van con el mismo objeto de enriquecerse; las injusticias que algunos hacen a aquellos infelices habitantes; la distancia de la soberanía y del tribunal supremo donde han de acudir a exponer sus quejas; los años que se pasan sin obtener resolución", éstas y otras circunstancias "contribuyen a que aquellos naturales no estén contentos y aspiren a la independencia, siempre que se les presente ocasión favorable".
Así se expresaba el conde de Aranda, embajador de España en París, en 1783, a la vez que planteaba al rey su proyecto de monarquía federal. Y no fue el único: Campomanes, Floridablanca, Abalos, presentan a Carlos III diversas propuestas encaminadas a retrasar en lo posible lo que todos consideraban inevitable: la pérdida de las colonias. Y es cierto que aunque se han vertido ríos de tinta tratando de buscar causas de la independencia de Hispanoamérica, la verdadera razón no es otra que su propia existencia como colonia, con un importante nivel de desarrollo socio-económico y cultural.
Por eso, la pregunta más bien sería: ¿por qué no se independizó antes? Las reducidas tropas que había en las Indias no eran precisamente un ejército de ocupación, ni aun al aumentar los efectivos a fines del XVIII, pues la mayoría de los soldados y oficiales eran americanos. Lucena dice que Iberoamérica no necesitó independizarse antes porque estaba creciendo y configurándose, pero una vez lograda la prosperidad exigió libertad, ya que era entonces cuando la necesitaba. También L. Navarro asegura que fue la prosperidad, no la miseria, lo que estimuló el deseo de obtener el poder político, concebido como instrumento para alcanzar cotas mayores de desarrollo.
La propia lógica colonial conduciría a la independencia, todo era cuestión de oportunidad, de que se presentara la ocasión favorable. Y se presentó en 1808, cuando se desencadena una crisis política y militar sin precedentes en la historia de España, con la invasión de los ejércitos napoleónicos, la abdicación de Carlos IV, la prisión de Fernando VII, el intento de hacer rey de España (y de las Indias) a José Bonaparte.
Independencia de las colonias españolas
- La de cada una de las colonias españolas de América (entre paréntesis, la proclamación de independencia o primer grito independentista, orden cronológico):
- La independencia de Ecuador (Grito de Independencia, 10 de agosto de 1809)
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