Revolución o revoluciones de 1848 (la Primavera de los Pueblos o el Año de las Revoluciones) es la denominación historiográfica de la oleada revolucionaria que acabó con la Europa de la Restauración (el predominio del absolutismo en el continente europeo desde el Congreso de Viena de 1814-1815).
Fue la tercera oleada del más amplio ciclo revolucionario de la primera mitad del siglo XIX, que se había iniciado con las denominadas «revolución de 1820» y «revolución de 1830». Además de su condición de revoluciones liberales, las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero.
Iniciadas en Francia se difundieron en rápida expansión por prácticamente toda Europa central (Alemania, Austria, Hungría) y por Italia en el primer semestre del año 1848. Fue determinante para ello el nivel de desarrollo que habían adquirido lascomunicaciones (telégrafo, ferrocarril) en el contexto de la Revolución Industrial.
Aunque su éxito inicial fue poco duradero, y todas ellas fueron reprimidas o reconducidas a situaciones políticas de tipoconservador (la espontaneidad de los movimientos y su mala organización lo facilitó), su trascendencia histórica fue decisiva. Quedó clara la imposibilidad de mantener sin cambios el Antiguo Régimen, como hasta entonces habían intentado las fuerzascontrarrevolucionarias de la Restauración.
En Francia, los conflictos sociales se presentaron como una lucha de clases triangular, con dos burguesías y la masa popular. La alta burguesía, identificada con el Antiguo Régimen, era predominante en el poder y se negaba a compartirlo con la pequeña burguesía, mientras que la clase obrera comenzaba a ser consciente de su miseria y de su fuerza para reivindicar sus intereses.2 Sin embargo, no fue sólo el conflicto social lo que desencadenó la revolución de 1848, sino que la cultura política francesa también supuso un importante factor de inestabilidad.3 La Revolución francesa dejó como legado la idea de que la política podía transformar la existencia, y que el Estado no debía limitarse a defender y administrar la sociedad, sino que debía configurarla y conducirla, aunque no había acuerdo sobre la forma en que debía adoptar o los objetivos que debía perseguir. No había una unificación de ideologías, y todas las crisis políticas se convertían en crisis constitucionales. En este caso, la denominada revolución de febrero supuso la caída de la monarquía de julio de Luis Felipe I de Francia (el rey de las barricadas que debía su trono a las tres gloriosas jornadas revolucionarias de 1830). El 25 de febrero se proclamó la Segunda República Francesa, inicialmente muy social,4 pero tras las jornadas de junio se impuso un régimen moderado, el de Luis Napoleón Bonaparte, primero como presidente (10 de diciembre de 1848) y luego del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 como emperador de los franceses, en el Segundo Imperio francés (1852-1870).
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